HUELVA, 5 DE SEPTIEMBRE 2024.
Pedro Sánchez estuvo ayer en el Instituto Cervantes y ofreció una larga conferencia sobre la magnificencia de su gobierno. Todos y cada uno de los éxitos que, a su parecer, este gobierno ha logrado en la última legislatura y en la nueva recientemente iniciada. No habló, por supuesto, del caso tito Berni, ni de Ábalos, ni Koldo, ni Begoña Gómez. Respecto de estos silencios, nada llamativo, incluso, comprensible.
Lo grave del discurso de ayer fue nuevamente el descaro de un presidente que considera que no tiene que dar explicaciones por nada de lo que hace a absolutamente nadie, y aquel que se las pide: fachosfera.
Sánchez destituyó en un momento de José Luis Escrivá como ministro, y al segundo siguiente lo nombró Gobernador del Banco de España: sin consenso con la oposición, y sin aportar argumentos para defender este nuevo nombramiento. Lo hizo, y no se preocupó, ni tan siquiera, de responder a las objeciones que legítimamente le plantean políticos y analistas de todo signo ideológico: pone en duda la independencia del Banco de España, debería de haber esperado unos meses, habría que haber alcanzado un acuerdo con el PP, se trata de un caso de colonización al volver a nombrar a un miembro de su gobierno en una instituciones presuntamente independiente y autónoma…
No estoy criticando el nombramiento, sino la ausencia de explicaciones por parte del presidente. Esto pone de manifiesto la superioridad que se otorga Sánchez a sí mismo para hacer y deshacer en el Estado sin tener en consideración a quienes ostenta la soberanía del mismo, los ciudadanos, y sus representantes públicos, los parlamentarios. Dicho en palabras claras: actúa como un chulo porque él lo vale.
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