HUELVA, 22 DE JULIO 2024.
La gente está cada vez más harta y no le falta razón. Recientemente, quienes habían depositado sus esperanzas en Vox como una fuerza de cambio potente del sistema, y con la visión y la capacidad de hacerlo, se han visto decepcionados. Por mucho que Abascal lo niegue, la ruptura de los gobiernos autonómicos con el Partido Popular no es más que una pataleta del líder, guiada por el miedo a Alvise. Así de simple y no hay que darle más vueltas.
Exactamente igual que le pasó a Podemos, Vox demuestra cada día más que es incapaz de transformar sus propósitos de cambio en políticas útiles de cambio. Porque es fácil gritar proclamas cuando se está en la oposición, pero mucho más difícil trasladar dichas proclamas a una acción real de gobierno, que sea coherente y estable. ¿De qué sirve votar a un partido revolucionario o reformista, si luego es incapaz de hacer realidad lo que predica? ¿No le acerca eso a la antigua política tradicional, tan denostada por estas formaciones?
La solución no es otorgar el voto a un estafador de medio pelo como Alvise, cuya fiabilidad tan sólo es inferior a lo pernicioso del personaje. Pero tampoco lo es darlo a formaciones que anteponen sus humores y sentimientos a la fría lógica de la responsabilidad de gobierno. Porque el ciudadano te vota para que ganes. Y si, aun ganando, no sabes administrar bien la victoria, jamás podrás volverte a colocar en la posición de que te vote de nuevo. No es preciso leer a Maquiavelo o a Clausewitz para entender algo tan sencillo.
Ahora lo cierto es que España se encuentra huérfana de un partido de cambio fuerte. Ha quemado todas sus opciones, y la oposición apenas si va a aprovechar la oportunidad de pegarle una merecida estocada a Sánchez ante el hecho de haber sido citado por el juez para declarar en el seno del proceso en el que se imputa a su mujer. Que, aplicando su misma doctrina, debería ocasionar su dimisión inmediata. Porque así se lo reclamó en su momento a Rajoy cuando tuvo que pasar por la mano de los togados.
No. La oposición agitará cuatro banderas y se quedarán tan contentos, viendo cómo sus adversarios les ganan el relato una vez más. Y las únicas fuerzas capaces de generar un cambio, por mínimo que sea, en España, se quedarán cómodamente instaladas en el extrarradio parlamentario. Todo para que los grandes partidos sigan gobernando y nada cambie nunca.
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