Una utopía con la que se contentaba el fanatismo de un pueblo oprimido y muy pobre.
HUELVA, 8 DE ENERO 2024.
En mis años de preuniversitario en el IES “La Rábida” de Huelva, la figura de Voltaire evocaba al maligno. Tal su crítica subversiva al clero, a los valores de entonces o a la ortodoxia de la intolerancia. Esa realidad escondía un detalle singular: era un ilustrado en la acepción más de brillantez intelectual que de lustre formal. Levantó una red cultural de liberalismo a lo inglés frente al buenismo, preñado de totalitarismo recurrente y chauvinista, de Rousseau.
La izquierda, tan turbulenta como iletrada, convirtió a Arouet en un icono. Ya quisieran. De su pluma, una frase: "Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo". Ni durante la revolución de 1789 ni a través de Sartre o de Marx ni, qué decir, en la leyenda más mentirosa del sanchismo, se concebía la libertad y el derecho sino como expresión de una utopía con la que se contentaba el fanatismo de un pueblo oprimido y muy pobre.
NOTA. La izquierda se sirvió de Voltaire con idéntico desprecio que, desde que asume el poder, entierra a Montesquieu. Sánchez, que oculta su presunta tesis doctoral, no ha leído las “Cartas filosóficas” ni el “Cándido”. Es más: alguien le aleccionó para convencer a los votantes que “todo sucede para bien en este, el mejor de los mundos posibles”. Las desgracias de esta España, desde la pandemia al desempleo indomable, son menos gracias a él, el presidente regio…
…Y COROLARIO. El hombre es bueno por naturaleza, pero es maleado en su sociedad, que defendía Rousseau. Voltaire no se retractó de sus principios, pero sí categorizó: “muero en la religión católica, en la que nací”.
RECORDATORIO. Voltaire fue paladín infatigable de la libertad hasta su muerte. En este sentido, refiriéndose a Cicerón, afirmó que “este gran hombre da prueba que la muerte no es ningún
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