En fin, Madrid se está convirtiendo en el escaparate de lo mejor y lo peor de cada casa. Quizá toque mudarse para poder votar entre sorbos de Primperan y con la nariz bien tapada.
HUELVA, 13 DE NOVIEMBRE 2024.
Esta mañana he invertido 73 preciosos minutos de mi vida escuchando la comparecencia de Begoña Gómez, la inmaculada esposa de Pedro Sánchez, en la Asamblea de Madrid. ¿El tema? Su brillante “carrera” académica en la Universidad Complutense, aderezada de intereses económicos que, evidentemente, no tienen nada de sospechosos.
Y vaya, vaya. El show fue digno de aplauso. La izquierda madrileña, representada por el PSOE y Más Madrid, brilló en su mejor versión: maleducada, provocadora, irrespetuosa, amenazante y, cómo no, embustera. Gracias a este espectáculo lamentable, la derecha madrileña—la verdadera joya de la corona de la política española—pareció, si cabe, aún más luminosa. Digamos que la izquierda madrileña es como la amiga poco agraciada que, sin quererlo, convierte a la amiga guapa en toda una musa.
Con gran astucia, PP y VOX decidieron enviar al ruedo a dos de sus figuras femeninas más sólidas, cultas y decididas. Con semejantes portavoces, fue cuestión de minutos para que la fachada de Begoña Gómez, esa “primera dama” con títulos dudosos y nervios flojos, se tambaleara. ¿Su estrategia? Monólogos victimistas sobre su carrera profesional y una lista de culpables que incluye a la justicia, los medios de comunicación y cualquier institución democrática que no la adore a ella ni a su esposo. Pero, ¡qué sorpresa! De respuestas a las preguntas, ni una.
Aun así, gracias a las preguntas incisivas de PP y VOX, los ciudadanos pudieron entrever lo que en realidad estaba en juego: los posibles manejos turbios de este matrimonio ejemplar. Porque claro, la verdad siempre encuentra su manera de salir a flote… aunque Begoña prefiera guardarla bajo siete llaves.
Mientras tanto, las portavoces de PSOE y Más Madrid hicieron su parte: o criticaban a Ayuso o se derretían en elogios hacia Begoña, con la esperanza de obtener, quién sabe, un guiño de su marido. En fin, Madrid se está convirtiendo en el escaparate de lo mejor y lo peor de cada casa. Quizá toque mudarse para poder votar entre sorbos de Primperan y con la nariz bien tapada.
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