HUELVA, 8 DE ABRIL 2024.
Ayer, en el momento de tomar el postre, Carmen, me objetó que comía demasiada frutas, y no era bueno por su cantidad de azucares.
Le contesté: “¿Cómo me dices esto, si el otro día escuché a una bióloga, experta en felicidad, decir que una hoja de ruta para ser feliz es tomar muchas frutas, vegetales y no juzgar al prójimo?”.
Carmen, sonrió y me respondió: “Lo bióloga está en su derecho de opinar lo que le parezca bien pero, a ti, tanta fruta, no te hará más feliz, ni vivirás mejor, pues la azúcar te sienta mal. Y tú lo sabes…”
Le hice caso, sin más discusión, y la tercera naranja con alguna fresa, que me pretendía tomar, lo dejé encima de la mesa.
Y después le pregunté: ¿Qué te parece la idea de que para ser feliz no se debe juzgar a los demás?. Carmen, me respondió: “Tu ves, en esto estoy más de acuerdo. Me parece mejor. Quizá, lleve razón.
Pero, no olvides que la felicidad no se consigue solo con no juzgar o no criticar a los demás, acompañado de una dieta alimenticia”.
Y continuó: “Si quieres felicidad, dale felicidad a los demás; si quieres amor, aprende a amar a los otros; si quieres aprecio y atención, aprende a darla tú primero…”.
DAR LO QUE QUIERAS RECIBIR
En ambos casos, Carmen, acertaba. Y, por ello, me tuve que rendir ante su certero criterio.
Efectivamente, dar y recibir son la misma cosa, porque una acción y otra sólo son diferentes. Dos caras de la misma moneda.
No es casual que Aristóteles, veintitrés siglos atrás, afirmara que: “La generosidad es un egoísmo inteligente”.
La practica efectiva (aparte del compartir evangélico) consiste en dar lo que quieras recibir. Tratar a los demás como desees que te traten a ti.
La abundancia siempre nace de uno mismo, por tanto, siempre está a nuestro alcance.
Cuando creas que los próximos no te están dando algo, presta atención y observa si tú se lo estás dando a ellos.
Termino: La idea equivocada es pensar: “cuando me vaya bien, daré”.
Cuando la idea correcta es: “Cuando doy, recibo”.
Lo cual nos obliga a un cambio de acción, en nuestra vida, de ciento ochenta grados.
¡BUENOS DÍAS!
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