HUELVA, 31 DE OCTUBRE 2024.
El escándalo de Errejón supone un punto inflexión, independientemente de las consecuencias judiciales que, a buen seguro, acarreará. Y es que ha nacido en el seno mismo de unas formaciones que han conseguido imponer con éxito un modelo de feminismo supremacista y excluyente, deliberadamente hostil hacia el hombre por el mero hecho de serlo y decidido a generar un enfrentamiento entre hombre y mujeres. Y lo han conseguido: las mujeres tienen miedo de que los hombres las violen y los hombres tienen miedo de que las mujeres los denuncien falsamente.
Con este panorama, uno no puede dejar de preguntarse si esto ha sido fruto del karma o cualquier otra cosa similar. Porque Errejón no es un cualquiera. Fue miembro fundador de Podemos y uno de sus líderes, hasta que el enfrentamiento con Pablo Iglesias le llevó a abandonar la formación. Después fundó Más país (porque decir Más España se hubiese antojado sacrílego), que se integró en Más Madrid y, posteriormente, en Sumar. No precisamente un cualquiera. Un peso pesado de la extrema-izquierda, y uno de los principales culpables del empeoramiento de la convivencia entre hombres y mujeres en España. Como otros de su cuerda, ha impulsado leyes discriminatorias y un relato que marca la línea divisoria entre los que piensan como ellos y son demócratas, y los que no y deben estar fuera del juego político. Más aún, ha contribuido como el que más a imponer un modelo de sociedad en el que la libertad de pensamiento y expresión está supeditada la ideología política y a la categoría social.
Pues bien, esto mismo puede decirse de Yolanda Díaz, Mónica García, Irene Montero y otras tantas. Tan esclavas del odio hacia todo lo masculino que, o bien han sido demasiado torpes para ver lo que tenían delante, o es que sus convicciones no valían un duro ante sus respectivas ambiciones personales. No sé cuál de las dos opciones es peor. Ahora, tanto el Sumar como en Podemos están nerviosos. Y hacen bien. Porque es obvio para quien quiera verlo que estas responsables políticas lo sabían todo y no sólo que no denunciaran (como dice su discurso) sino que coaccionaron a las supuestas víctimas para que no denunciaran a su vez por conveniencia política. Algo que, hasta la propia Tania Sánchez, exdiputada de Podemos y de Más Madrid, ha reconocido.
Quien siembra vientos recoge tempestades. Y, en este caso, las tempestades son las lógicas reacciones de indignación, no ya entre quienes han sido víctimas inocentes de las leyes ideológicas impulsadas por Podemos y por Sumar, sino entre las mismas bases de estos partidos. Que con toda justicia se sentirán estafadas y decepcionadas por sus líderes. Lo que demuestra todo esto es que su discurso es un fraude que ni ellos (ni ellas) mismos se creen. Que ni siquiera llevan a la práctica. Y que todo pretenden solucionarlo con cursillos sobre violencia de género que, a la vista de los hechos, pocos resultados se espera que puedan arrojar. Un ridículo total.
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