Está claro a estas alturas que nuestro dinero, confiscado por Hacienda, se destina a crear chiringuitos políticos para amiguetes y puestos inútiles.
HUELVA, 14 DE NOVIEMBRE 2024.
Si hay una imagen recurrente en nuestros televisores ahora, aparte de la tragedia de DANA, es el nuevo anuncio de la Agencia Tributaria. Que trata de convencernos a todos, los contribuyentes insolidarios -y, por ello, forzados- de las bondades de pagar impuestos. Insiste esta campaña en que este dinero no se pierde y que redunda en beneficio de todos porque, así, se financian los servicios públicos y todos somos felices.
Como señala el viejo dicho jurídico: ‘En asuntos de criterio, no hay discusión. Sólo tiene la razón quien está en el ministerio’. Gran verdad. Sólo que esta vez se trata de la verdad de la imposición pura y dura. No del convencimiento ciudadano de que pagando impuestos mejoramos nuestra sociedad. Ojalá fuera así. La degeneración de la política española y de los políticos españoles, en un ecosistema poblado por mediocres y chupópteros, elimina cualquier esperanza que cualquiera pudiera albergar sobre los fines nobles a los que se destinaran nuestros esforzados ingresos.
Está claro a estas alturas que nuestro dinero, confiscado por Hacienda, se destina a crear chiringuitos políticos para amiguetes y puestos inútiles. Eso a una escala baja. Si vamos más alto, este dinero se destina a forrar los bolsillos de los altos cargos, de sus parejas, a pagar altos trenes de vidas, a gambas, a prostitutas y a farlopa. O lo que es lo mismo, a robar al pueblo para que la clase política viva a todo tren mientras los trabajadores tienen que andar asfixiados para llegar a fin de mes.
La gota que ha colmado el vaso ha sido DANA. Ni el Gobierno central ni el autonómico pueden justificar que, con los altos impuestos que se cobran a los españoles, cuando llega el momento el sistema y la administración sean tan lentos, tan inútiles, para resolver un problema de verdad. Tantos años hablando de ‘emergencia climática’ para, a la hora de la verdad, ser incapaz de movilizar una sola unidad militar a tiempo para salvar vidas. Espeluznante e indignante. Quizás si el dinero de los contribuyentes se empleara en cosas serias y no en políticas ideológicas y en llenarse las carteras, estos cientos de muertos no hubiera sucedido, o su número sería hoy menor.
Porque estos muertos, tengámoslo muy claro, son responsabilidad de un sistema, el español, que se ha demostrado torpe y negligente. Tan contaminado moralmente que los políticos de los dos partidos principales han priorizado su absurda lucha política por encima de las vidas humanas.
Que cada cual saque sus conclusiones.
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